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Estas dimensiones recogen todas las estrategias investigadas por otros autores, añadiendo dos temas nuevos: el orden e intensidad, que hace referencia al ensayo-error de las estrategias que van incorporando las mujeres en su día a día, y las perspectivas que las mujer tenían respecto a su adaptación a vivir con IU. Es que unas discusiones que teníamos cuando queríamos quitar las episiotomías, bueno, quitar, reducirlas al máximo era que siempre nos decían – evitar los desgarros -; y decíamos, bueno, pero es que es absurdo para evitar que una mujer se desgarre vamos a desgarrarlas todas (Comadrona, 58 años). Las mujeres temen que se relacione el aumento de la frecuencia miccional, y el olor que puedan producir por posibles pérdidas de orina, con una falta de limpieza e higiene y con una pérdida del control sobre la responsabilidad de su cuerpo. 80 EL SILENCIAMIENTO DE LA INCONTINENCIA URINARIA FEMENINA Para cerrar el capítulo de la revisión de la literatura, y haciendo balance entre lo que está estudiado y lo que todavía falta por estudiar en relación al silenciamiento de la IU y de la accesibilidad al tratamiento fisioterápico, en mi opinión, es necesario diseñar un estudio que incorpore la perspectiva de género como herramienta metodológica que facilite desvelar y responder a cómo los roles de género del personal sanitario y las mujeres con IU influyen y se retroalimentan en este fenómeno.

El sufrimiento lo viven mientras no tienen control sobre su continencia; por el contrario, la esperanza aparece cuando el personal sanitario las tiene en cuenta y les ofrece alguna medida terapéutica. El problema que supone la falta de tiempo debido a los roles de género asignados a las mujeres tampoco está resuelto, y aunque se reconozca en parte, no se toma ninguna medida en este sentido. FIGURA 8. TIEMPO DE EVOLUCIÓN DE LA IU SIN CONSULTA Todo esto de aguantar unos años, no es de ahora esto, es de hace unos quince o dieciocho años, Eh? Esta situación refuerza la feminidad normativa de la IU, en vez de facilitar a las mujeres la adherencia a su tratamiento sin culpabilizarlas ni responsabilizarlas por no tener tiempo para cuidarse Los estándares actuales de belleza y el deporte de alto impacto El tercer elemento que voy a analizar y que considero parte de la construcción de la feminidad normativa de la IU es otro pilar de la teoría crítica feminista: la objetualización de los cuerpos de las mujeres, proceso por el que pasan a ser objetos de mercado para ser poseídas y manipuladas, a través de los cosméticos, la cirugía, la industria de la moda, y medicalizaciones varias (Valls-Llobet, 2009). En este sentido Papí (2007) señala como el cuerpo de las mujeres y el control sobre el mismo ha sido el estandarte de la lucha feminista en la actual globalización neoliberal.

Los motivos de las mujeres para no consultar acerca de su IU son muchas y voy a enumerar algunas de las que se repiten más en la literatura: las creencias culturales y conceptos erróneos que tienen de la IU por falta de conocimiento del proceso fisiopatológico de la enfermedad y de sus posibles tratamientos (A. 2013) señala como en los discursos de las mujeres aparecían sentimientos emergentes de culpa por la falta de control de la continencia. Los hombres sienten que el estigma se dirige a la relación que se hace entre el aumento de la frecuencia urinaria y la impotencia sexual y la falta de fertilidad, dañando la imagen normativa social, la virilidad. 66 EL SILENCIAMIENTO DE LA INCONTINENCIA URINARIA FEMENINA experiencias relatadas por mujeres y hombres de diferente etnia, destacando por parte de unas y otros la preocupación que gira en torno al mal olor. 247 CAPÍTULO 9. DISCUSIÓN Este ideario social construido sobre preconceptos de género está, a su vez, fomentado en la propia ciencia médica según Peake y Manderson (2003), quienes sostienen que se parte de una definición de IU ambigua un problema social o higiénico que es demostrable objetivamente porque una parte de la IU pertenece al mundo personal, y otra parte, la objetivamente demostrable, requiere el análisis de un experto, y ya se ha demostrado que, debido a los sesgos de género, no siempre es así.

Por una parte, encontramos aquellas mujeres que consideran la IU poco grave o molesta como para tomar medidas formales, entendiendo por medidas formales la atención sanitaria. Delarmelindo (2013), por su parte, desvelaba que las mujeres que no eran atendidas con métodos conservadores empeoraban su situación hasta convertirse en candidatas a ser intervenidas quirúrgicamente. Otras medidas son reducir la ingesta de líquidos, conocer todos los baños públicos dónde poder parar a orinar, escoger una ropa que pueda disimular las pérdidas de orina en caso de que se produzcan en público, así como llevar ropa de recambio, dejar de tomar la medicación para la hipertensión arterial (en el caso que sea diurética), reducir las actividades de ocio y de relaciones sociales, evitar esfuerzos cómo reír, toser o estornudar, abstenerse de tener relaciones sexuales (Delarmelindo, 2013). El olor a orina, que antes se comentó como relacionado con la vergüenza y el estigma, es una de las preocupaciones más grandes, junto con llevar la ropa visiblemente mojada, por eso, además de utilizar ropas oscuras y compresas para la incontinencia, también aparece el uso de desodorantes o perfumes como estrategia para disimular la IU (Borba et al., 2008). Wren et al. Teniendo en cuenta la propuesta de Valls-Llobet (2009) resumida en la Figura 5, las quejas de las mujeres con IU son consideradas menos importantes respecto a otros problemas de salud, y al IU masculina: son inferiores.

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